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Dos años de Milei

hace 4 horas en infobae.com por María Eugenia Vidal
Infobae

Este 10 de diciembre se cumplen dos años del gobierno de Javier Milei. Dos años en los que pasaron muchas cosas. Con aciertos y errores. Vale la pena detenerse para evaluar el camino que tomó la Argentina a partir del cambio que eligieron los argentinos, los logros que podemos celebrar y que hay que cuidar y las tareas pendientes de cara a este segundo tiempo que empieza.

Ningún gobierno arranca de cero. Si queremos ser justos con nuestra evaluación, necesitamos dejar claro el punto de partida. Y la verdad es que Argentina venía, en 2023, de una de las crisis más profundas de los últimos años, producto de un pésimo gobierno que no resolvió un solo problema y que se dedicó a hacer negacionismo de las leyes más básicas de la economía. El resultado fue la inflación más alta en tres décadas y una pobreza mayor al 40%. Los datos son más impactantes si tenemos presente que hacia los años 70, el 75% de la población se percibía como de clase media y la pobreza rondaba apenas el 4%. Hoy, solo un 40% de los hogares pertenecen a esa clase media. Y no es para sorprenderse si tenemos en cuenta que hace más de 13 años que en Argentina no se genera empleo formal privado. Creció el empleo público, el empleo cuentapropista, el monotributo, pero no el empleo genuino y de calidad en el sector privado.

Con este escenario como punto de partida, ¿cuáles son los logros que hay que reconocerle al gobierno? En primer lugar, el ordenamiento macroeconómico que era tan necesario. Sin dudas el oficialismo tiene un equipo económico solvente y una férrea voluntad política para la construcción de un ancla fiscal que permita la estabilización económica. Y esto, hay que destacarlo, se hizo con un fuerte apoyo social pero también desde una gran debilidad institucional: La Libertad Avanza llegó al gobierno nacional sin gobernadores ni intendentes propios, con el 9% de los senadores y el 14% de los diputados en el Congreso. Así y todo, la decisión del gobierno, el apoyo social al ordenamiento económico, y la colaboración de espacios políticos como el PRO, que prefirió hacer lo necesario por sobre lo conveniente, hicieron posible que en poco tiempo alcancemos un equilibrio fiscal que hace dos años era una quimera. Pasamos de un déficit heredado de 4,4% del PBI a un superávit de 0,2%. El PBI tuvo un crecimiento de 3%. Y, sobre todo, logramos una baja impresionante de la inflación, que el kirchnerismo nos dejó en 211% anual, y que este 2025 va a rondar el 30%. Todavía es alta: queda camino por recorrer. Pero la diferencia es innegable. Volvimos a tener una mínima previsibilidad de cuánto vamos a gastar cuando vamos al supermercado. Eso es lo que los argentinos pidieron en noviembre de 2023. Y, como la inflación es un impuesto que siempre afecta a los que menos ingresos tienen, la reducción del IPC se tradujo también en una baja de diez puntos en la pobreza, pasando del 41% al 31%. Un número que también sigue siendo alto y tenemos que trabajar para bajar. Para eso hace falta una reactivación profunda de la economía, con inversión genuina y creación de trabajo. Justamente por eso es también una excelente noticia la reducción del Índice Riesgo País, que con el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner quedó en 2227 puntos y hoy se ubica alrededor de 700.

Estos avances en materia económica se tradujeron en la confirmación del rumbo por parte de la ciudadanía. En la elección intermedia de octubre de 2025, La Libertad Avanza no solo obtuvo más del 40% de los votos a nivel nacional sino que se impuso en 15 de las 24 circunscripciones del país, incluyendo la provincia de Buenos Aires donde, pocas semanas antes, había sufrido una derrota.

No podemos dejar de mencionar los logros en materia de orden público y seguridad ciudadana. Por ejemplo, se logró en 2024 la cifra de homicidios dolosos más baja de los últimos 25 años, y según los datos del Ministerio de Seguridad la tendencia a la baja continuó en el comienzo del 2025. En Rosario, que durante el gobierno kirchnerista fue directamente abandonada al terror del narcotráfico, se logró una disminución abrupta en la cantidad de homicidios, con la cifra más baja desde 2006.

En un trabajo en conjunto con el Gobierno de la Ciudad, se logró devolver el orden a las calles y terminar con los piquetes que le complicaban la vida a miles y miles de argentinos. Nos habíamos acostumbrado a que pequeños grupos se adueñaran permanentemente de las calles y no dejaran circular a quienes iban a trabajar, estudiar, o hacer cualquier otra cosa. Lo que hacía falta era decisión política, un protocolo claro y colaboración entre las fuerzas de seguridad federales y las de la Ciudad. También quitarle poder a las organizaciones sociales que extorsionaban a los que menos tienen para usarlos en las marchas. Desde hace tiempo vengo sosteniendo que la eliminación de la intermediación social en la asistencia social era necesaria. Y el gobierno decidió avanzar en ese sentido, fortaleciendo además las transferencias directas a los hogares más pobres, con actualizaciones que superaron la inflación acumulada. De esta manera, se logró un aumento real de 6% en los servicios sociales (es decir, descontando la inflación) y de 3% en los distintos programas sociales.

Los avances son innegables, sí. Pero la Argentina que necesitamos construir no puede basarse solo en la voluntad política de un partido.

El primer desafío en este segundo tiempo es que las señales positivas en lo económico se traduzcan en previsibilidad para que las inversiones lleguen. En ese sentido, el país arrastra aún el cepo para las empresas y el crawling peg del 1% mensual con una inflación superior, son dos cosas que generan incertidumbre. No hay certezas sobre un horizonte de tipo de cambio previsible, algo esencial para la inversión productiva. Además, en dos años, se tuvo que recurrir a tres “rescates” (un blanqueo, un acuerdo con el FMI y el apoyo del presidente Donald Trump) porque las reservas todavía son negativas. En los próximos dos años, vamos a enfrentar vencimientos de deuda altos, con un Riesgo País que, si bien bajó, sigue siendo alto para que podamos acceder al mercado internacional de deuda.

Por otro lado, el modelo económico está generando un crecimiento heterogéneo. Mientras el PBI total crece un 3% y reviven sectores como la minería, el agro y la energía —sectores de alto valor pero de baja empleabilidad—, caen los sectores que más empleo generan para la clase media: la construcción (-15%), la industria (-12%) y el comercio (-7%). El desempleo subió del 6,4% al 7,9% según los últimos datos, y el ingreso disponible promedio bajó. Estamos dando pasos mucho más firmes, pero tenemos que lograr que eso se traduzca en más trabajo formal privado, crédito y consumo.

Los escasos avances en la transparencia de la gestión pública se reflejan en el freno a Ficha Limpia, las restricciones al acceso a la ley de información pública, y los últimos escándalos de corrupción que ya están en la Justicia y que deben ser explicados.

Debemos ser cuidadosos frente a las alertas que presenta la defensa de nuestro sistema republicano. Los nombramientos de jueces de la Corte por decreto, el cumplimiento pendiente del fallo de la Corte por la coparticipación de la Ciudad, así como la ausencia de discusión del Presupuesto por dos años, presentan una amenaza para el orden en nuestras instituciones.

También, hay que decirlo, todos estos avances que reconocemos no hubieran sido posibles sin el acompañamiento del PRO. Nuestro rol, en estos primeros dos años, priorizó ante todo garantizar la gobernabilidad y evitar el regreso de la irresponsabilidad que nos llevó a atravesar una de las peores crisis de nuestra democracia.

Aportamos nuestros votos en el Congreso, propusimos cuadros de gestión y defendimos lo que creímos justo.

Nuestro objetivo para los próximos dos años es claro. Debemos recuperar nuestra identidad para volver a ser una fuerza competitiva en el país. Una fuerza que pueda dar pelea al populismo. No por intereses personales o nostalgia, sino porque estamos seguros que la única forma de ser un país serio, es que haya dos fuerzas razonables que compitan por la presidencia. Mientras siempre caigamos en la dicotomía entre una opción liberal y el kirchnerismo, avanzando y retrocediendo cada 4 años, no vamos a ser un destino viable para las inversiones.

Esto significa seguir apoyando con firmeza cada reforma económica que premie la inversión, el esfuerzo y el trabajo. Pero también marcar las diferencias y los errores, de manera de defender a los argentinos y que el gobierno no se desvíe del rumbo.

No vamos a aceptar atajos institucionales. El orden fiscal tiene que ir de la mano con el orden republicano. Vamos a exigir un Estado más eficiente, para que la motosierra corte la corrupción y el gasto político, pero no la eficiencia en la gestión. Si hay un partido que ha demostrado cómo la gestión pública profesional transforma las vidas de las personas es el PRO.

También hay que volver a poner sobre la mesa la cuestión de la obra pública, que es necesaria para darle a millones de personas las soluciones que necesitan, pero también para fomentar el desarrollo, porque no hay crecimiento posible sin un país bien conectado.

De la misma manera, debemos discutir cuestiones de fondo como la reforma educativa. Entendiendo que un país con chicos que no entienden lo que leen no es garantía de un futuro prometedor.

Nuestro compromiso es ser el equilibrio necesario: acompañar al gobierno en lo que hace bien y poner un freno cuando haya que hacerlo. Es la forma más responsable de acompañar a los millones de argentinos que, con su esfuerzo, están sosteniendo este cambio.

Argentina está ante la oportunidad histórica de terminar con el ciclo de ochenta años de crisis tras crisis. La voluntad política está, pero no alcanza. Necesitamos construir una Argentina estable y productiva a través del mérito, el respeto por la ley y el trabajo. El destino no es un capricho; es la suma de nuestras decisiones. Hagamos que el esfuerzo de estos años valga la pena.

Una red para defender la