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Cuanto duran los presidentes en la Argentina

hace 9 horas en lanacion.com.ar por Pablo Mendelevich
LA NACION

Desde que existe el peronismo Macri fue el primer presidente no peronista que completó el mandato presidencial. Milei va camino a ser el segundo. Para bajarle el precio a este logro político institucional, en 2019 los kirchneristas le atribuían a Macri un supuesto récord inverso. Decían que era el primer presidente de la historia que no había conseguido la reelección. El talento kirchnerista para tergiversar las cosas, como se sabe, no tiene techo.

A nadie se le ocurriría en Estados Unidos tratar de idiotas a los diez presidentes que desde John Adams no consiguieron ser reelectos, entre ellos también James Carter y George Bush padre. Pero, claro, allá no tienen el problema de los mandatos truncos (ni en caso de magnicidio, porque las sucesiones son automáticas y funcionan bien). Verdad de Perogrullo: para que un presidente gane o pierda la reelección consecutiva antes que nada tiene que completar un primer mandato. Y eso no ha sido una costumbre argentina. Entre Rivadavia y De la Rúa trece presidentes constitucionales fueron derrocados por golpes de estado o cayeron debido a que se quedaron sin poder.

Un segundo requisito es que quien complete el primer mandato quiera continuar y se presente de nuevo como candidato (cosa que, por razones muy distintas, no sucedió con Néstor Kirchner ni con Alberto Fernández).

En coincidencia con el 42° cumpleaños de la democracia, Milei celebra este miércoles la mitad de su gobierno bajo una auspiciosa atmósfera de alta estabilidad institucional. El fuerte aval que consiguió en las elecciones legislativas, el enfático respaldo norteamericano, el pésimo momento que en consonancia atraviesa el peronismo y en definitiva la inexistencia de una oposición provista de líder y de libreto hicieron que desaparezca de la vista el llamado Club del Helicóptero.

“¡Despejado!”, podría sentenciar quien revise el escenario político como hacen en las películas los policías que inspeccionan con sigilo un espacio peligroso. Ni siquiera hay ya ningún Albistur con la boca llena de pochoclo repartiendo agorerías tipo “no sabemos si Milei cae en marzo o en abril”. Tampoco el divorcio del Presidente con la vicepresidente, quienes hace rato que dejaron de hablarse, inquieta a los factores de poder. Podría decirse que Victoria Villarruel funciona como autoridad de reserva, ni más ni menos lo que prescribe la Constitución, pero con el detalle de que lo hace de manera antagónica respecto del presidente que la escogió y al que se supone que ella secunda. Lo raro no es que se diferencie a cada instante, eso ya lo hicieron otros vicepresidentes, en especial Castillo frente a Ortíz. Lo raro es el statu quo al que se llegó pese al enfrentamiento explícito. Nunca había sucedido que un vicepresidente que se corta solo fuera tratado así por la Casa Rosada. Con más indiferencia que desprecio. Más ninguneo que inquietud. Reacción basada en el supuesto de que en un escenario extremo ella carecería de poder político real para alcanzar la presidencia. O para sostenerla.

Desde luego que la intriga nunca se extingue del todo. Maquivaelo veía a las conspiraciones como un mal necesario. Recomendaba ser astuto como el zorro para detectar trampas y fuerte como el león para aplastarlas. También aconsejaba dividir a los enemigos para poder controlarlos. El hecho de que Milei aplique estas instrucciones en su trato con el peronismo no prueba que haya leído El Príncipe. Es el abecé de la política.

Se habla en los corrillos, es cierto, de un posicionamiento estratégico del flamante senador santiagueño Gerardo Zamora. Que estaría inspirado en el juramento de Ramón Puerta como presidente provisional del Senado en 2001 apenas once días antes de la caída de De la Rúa. Puerta era entonces miembro del bloque peronista. Solitario, mientras los radicales se retiraban a los gritos del recinto su bloque lo encumbraba en la línea sucesoria como vicepresidente de hecho. Chacho Alvarez hacía un año que había renunciado. Ese día, con la Marchita a voz en cuello, el peronismo rompió la tradición histórica según la cual la presidencia provisional del Senado, por estar en la línea sucesoria, siempre le corresponde al partido del gobierno, sin importar quien detente la mayoría. A los once días Puerta estaba sentado en el Sillón de Rivadavia.

Ahora el presidente provisional es el contador puntano Bartolomé Abdala, un libertario moldeado años atrás por los hermanos Rodríguez Saá. ¿Intentará el peronismo en febrero juntar voluntades para reemplazar a Abdala por Gerardo Zamora, quien al volver ahora al Senado decidió formar un bloque propio (Frente Cívico por Santiago) junto con su compañera de boleta Elia Moreno?

Zamora y su esposa, Claudia Ledesma Abdala, consumaron a nivel provincial lo que los Kirchner querían perpetuar a nivel nacional: se alternaron en el poder. El que dejaba de gobernar la provincia se hacía senador. Es decir, también se alternaban en la banca “propia”. Cristina Kirchner incubó un cariño extraordinario por el matrimonio santiagueño: cuando no ponía a la esposa de Alperovich en la presidencia provisional nombraba a un Zamora.

De genética radical, Zamora funcionó en la práctica como kirchnerista. Hoy juega a varias bandas. Es un caudillo de vasta experiencia cuya estatura política tal vez no haya aumentado tanto, el contraste con los demás podría deberse a un encogimiento de ellos, sobre todo si se los evalúa por la calidad de los juramentos. Al parecer en el peronismo alguien pensó que llegado el caso Zamora podría ser un nuevo Duhalde. Especulación anterior, por cierto, a las determinantes elecciones de octubre en las cuales el gobierno clausuró, paradójicamente, su peor trimestre.

La caída de De la Rúa y el inestable gobierno posterior de Duhalde, quien se tuvo que acortar el mandato para no caer, dejaron claro que el siglo XXI traía nuevos desafíos y que no sería tan fácil mejorar la mayor serie de presidentes titulares sucedidos en relativo orden (sin renuncias ni muertes ni derrocamientos ni caídas), de apenas cuatro, en el siglo XIX: Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca.

Los golpes del siglo XX impregnaron la memoria colectiva. Casi nadie sabe hoy cómo se llaman los jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea pese a que fueron nombrados hace cinco días. Seguramente la mayor parte de la población ni siquiera retuvo el nombre del teniente general nombrado por Milei como ministro de Defensa. Muchos jóvenes se sorprenderían al saber que durante décadas esos apellidos eran datos fundamentales en la política cotidiana. Seis presidentes fueron derrocados en el siglo XX por golpes militares: Yrigoyen y Perón en sus segundas presidencias, entre ambos Castillo y luego Frondizi, Illia e Isabel Perón. Además siete presidentes cayeron por quedarse sin poder, en la mitad de los casos arrollados por crisis económicas: Rivadavia, Derqui, Juárez Celman, Luis Sáenz Peña, Alfonsín, De la Rúa y Rodríguez Saá. Ni las dictaduras estuvieron exentas de inestabilidad. Seis de los doce dictadores que hubo desde 1930 -Ramírez, Lonardi, Onganía, Levingston, Viola y Galtieri- fueron derrocados por sus camaradas. El primer militar tumbado por militares en realidad fue Rawson, a quien un Jeep del Ejército retiró de la Casa Rosada tres días después del golpe del 43. Le explicaron que había habido un malentendido, que el jefe de la Revolución no era él sino Ramírez.

Durante aproximadamente un tercio del tiempo la Argentina fue gobernada sin vicepresidente. En media docena de casos eso se debió a que el vicepresidente había asumido la presidencia (Pellegrini, J. E. Uriburu, Figueroa Alcorta, De la Plaza, Castillo e Isabel Perón), pero también hubo vices renunciantes o fallecidos que no fueron reemplazados. Entre los renunciantes sobresalen Alejandro Gómez, virtualmente echado por Frondizi, y Chacho Alvarez, cuyo portazo inauguró el desmoronamiento del gobierno de la Alianza.

Milei está cumpliendo 731 días en la Casa Rosada, lo cual, por supuesto, no es ninguna hazaña. Hasta tienta decir que es algo normal. Pero en la Argentina lo normal era la anormalidad. De la Rúa apenas pudo superar esa marca, cayó a los 743 días. Por distintos motivos estuvieron por debajo Isabel Perón (633), Derqui (589), Quintana (518), Rivadavia (515), Duhalde (510), Castillo (343), Lastiri (92), Cámpora (49) y Rodríguez Saá (6).

Naturalizar la estabilidad institucional cuando pocos presidentes lograron dejar el poder de manera no traumática quizás lleve a perder la perspectiva. Se acaban de celebrar las elecciones de medio término. Las próximas son presidenciales y Milei ya hizo saber que en ellas buscará ser reelecto. Si lo consigue será apenas el tercer presidente reelecto en 44 años, el primer reelecto no peronista desde 1928 y, contando los no consecutivos, sólo el sexto de toda la serie.

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