El "efecto Bessent" se agotó en la recta final de la campaña electoral: el dólar volvió a tocar el techo de la banda de flotación, obligando al Banco Central a vender, como en la corrida de septiembre. Y, en el mercado de futuros, los contratos a octubre ya cotizan por encima del techo de la banda. En otras palabras, hay gente que paga cobertura porque prevé que dentro de 10 días el tipo de cambio mayorista estará encima de $1.500.
Es cierto que la cifra de u$s45,5 millones vendida por el Central no impresiona por su volumen, pero eso no resta nerviosismo en el mercado. Para empezar, hay analistas que sospechan que los u$s120 millones que, en teoría, había comprado el Tesoro la semana pasada, en realidad implicaron un sacrificio de reservas del Central.
Y el nerviosismo se acentúa por el antecedente de septiembre, cuando también se había empezado a vender con un número bajo, pero en apenas tres jornadas la demanda llegó a u$s1.100 millones.
Lo que agrava la sensación de corrida cambiaria es que, a diferencia de lo que pasó en septiembre, ahora se produce incluso con la protección del gobierno estadounidense al plan económico.
En aquella corrida, solo había un sistema de banda de flotación cambiaria, y la promesa de Luis Caputo en el sentido de que estaba dispuesto a vender hasta el último dólar que le pidieran. Su argumento era que, tras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el balance del BCRA estaba saneado. Y que, además, al comprar dólares los inversores "sacaban pesos de la cancha", con lo cual el mercado se estabilizaría.
A diferencia de lo que ocurría en aquel momento, ahora ya nadie considera un motivo de festejo que el BCRA haya "absorbido" pesos del mercado por un monto de $67.795 millones -la contrapartida de su venta de dólares-.
En realidad, nadie esperaba que fuera necesaria esta nueva intervención en el techo de la banda después de la saga de acontecimientos de las últimas semanas. Que incluyen el antecedente de que el US Treasury "comprando pesos" por un monto que se estima en más de u$s600 millones, además un contundente respaldo político por parte del mismísimo Donald Trump, la oficialización del swap de monedas por u$s20.000 millones y el anuncio de un futuro canje de deuda con el respaldo de organismos internacionales de crédito.
Y, sin embargo, ninguno de estos golpes de efecto ha sido suficiente para impedir lo inevitable: que ante una elección de resultado incierto los argentinos dolaricen sus portafolios casi por completo.
"Se corrió el Tío Bessent, esperemos que vuelva mañana porque quedan tres días complicados", comentó el analista Christian Buteler, en una frase que sintetiza el humor del mercado. En el estado de situación actual, tres jornadas de corrida bancaria tienen un poder de desestabilización que no debe ser subestimado.
Si había un límite que el gobierno creía que no se iba a cruzar era, precisamente, el de la venta de divisas por parte del BCRA. ¿Cómo interpretar esta situación? ¿Scott Bessent cambió de tesitura, se cansó de pulsear y perder contra el mercado argentino? ¿O, como dicen sus críticos en Estados Unidos, ya cumplió su verdadero objetivo, que era facilitarle una salida a los fondos de inversión que había apostado fuerte a activos argentinos?
Nadie lo sabe con certeza, pero lo cierto es que el panorama cambió drásticamente desde la primera intervención del Treasury, en la que le bastó el anuncio de que había vendido dólares -luego se supo que era apenas u$s24 millones- para desplomar la cotización hasta $1.349. Apenas 10 días más tarde, el tipo de cambio mayorista cerró en $1.490, lo que implica una suba de 7,5% desde el inicio del efecto Bessent.
Todavía no está claro si los dólares que usó el BCRA son imputados a sus reservas líquidas o al nuevo swap de monedas con el Tesoro estadounidense, que se oficializó el lunes. Si se tratara del segundo caso, implicaría que el swap ya está activado, lo que impone a Santiago Bausili la obligación de un repago a corto plazo con intereses. Pero, en el lado positivo, podrá contabilizar los u$s20.000 millones como parte de las reservas brutas, algo que podría funcionar como elemento disuasor para los compradores de dólares.
En todo caso, lo que el mercado está interpretando es que ya se entró en otra etapa del plan económico, en la que posiblemente ya no se vuelva a ver al US Treasury interviniendo en el mercado cambiario argentino, sino que el protagonista volverá a ser el Banco Central. Esto podría implicar un sacrificio alto de reservas, aun cuando esa política sólo dure tres días. El volumen del mercado spot llegó a u$s700 millones, un nivel alto, casi el doble del promedio histórico, lo cual da la pauta de la demanda potencial.
Algunos economistas argumentan que, pese a las declaraciones iniciales de Bessent -en las que afirmó que el peso argentino estaba "subvaluado"-, en realidad la estrategia consiste en no impedir la devaluación, pero manejar el tiempo, para que luego de las elecciones no sea necesario un "overshooting".
Así, Carlos Rodríguez, ex viceministro de economía y ex rector de la Ucema -además de ex asesor de Javier Milei-, observó que el detalle importante es que en el mercado paralelo, el dólar minorista, el MEP y el "contado con liqui" están en sus valores históricos más altos.
"El mercado lo está logrando sin corridas cambiarias, un poco cada día. Creo interpretar que el Tesoro de Estados unidos no está impidiendo que esto pase, sino que ayuda a que lleguemos normalmente a las elecciones. El lunes será otro día muy diferente", argumenta.
Y ahí es donde se está centrando el debate del mercado: el crucial "día después" de las elecciones. Y lo que algunos analistas afirman es que hay que mirar al mercado paralelo para ver cuál sería un tipo de cambio de equilibrio.
En un panorama en el que, salvo el gobierno, nadie cree posible la continuidad del esquema de banda de flotación, el valor del "contado con liqui" -el que se usa para dejar divisas depositadas fuera del país- llegó a los $1.613. Y es un nivel que muchos consideran un buen referente para el momento post electoral.
Después de todo, el influyente banco de inversión Morgan Stanley consideró que, en el mejor escenario electoral para Milei, el tipo de cambio se estabilizaría en $1.700 para diciembre. Ese precio es un 9% superior al techo de la banda de flotación de esa fecha, pero solo un 5% del valor actual del CCL.
En cuanto al pronóstico que puede inferirse de los contratos en el mercado de futuro, la expectativa de la cotización para diciembre es de $1.612 para el tipo de cambio oficial. Esto implicaría un salto relativamente pequeño, de $10 en la semana posterior a las elecciones, y un ajuste moderado de 7% en los dos meses siguientes.
Hay quienes argumentan que la alta dolarización llegó al punto de que queda muy poca liquidez como para que se pueda sostener la demanda de dólares por parte del público. Según las cifras oficiales, el 40% del M2 -el dinero transaccional- tomó cobertura en dólares, algo que los economistas sostienen que responde a una situación excepcional, y que no puede prolongarse sin que se produzca un quiebre en la cadena de pagos.
Pero es, en realidad, un debate interminable, porque hay muchas formas de medir la liquidez, dependiendo de si se considera sólo cuentas a la vista, depósitos a plazo fijo y bonos del Tesoro.
Lo cierto es que en apenas tres semanas hubo una fuerte caída en el volumen de depósitos en pesos, que bajó desde los $100 billones hasta $92 billones. Y, en contraste, los depósitos bancarios nominados en dólares subieron desde u$s34.000 millones hasta u$s35.133 millones.
Esas cifras, para algunos, son la antesala de una descompresión en el mercado -partiendo, claro, del supuesto de que Milei tendrá un resultado aceptable en la legislativa del domingo-.
"A partir del lunes veremos una andanada de ventas de dólares de los que apostaron a una devaluación pero tienen que seguir pagando sueldos, proveedores, tarjetas", pronosticó Antonio Aracre, el ex CEO de Syngenta que se ha erigido en uno de los principales defensores del plan económico.
Su argumento no se basa solamente en la situación política, sino además en una cuestión estacional: es típico que sobre fin de año las empresas vendan dólares por una mayor necesidad de liquidez, para pagar aguinaldos y saldar obligaciones financieras.
En la misma línea, Ariel Sbdar, fundador de la "fintech" Cocos, previó que pasadas las elecciones habrá un flujo vendedor de divisas. El financista compara el tipo de cambio actual con el previo a la elección provincial bonaerense de septiembre, en la que el peso estaba mucho más apreciado -$1.355 el viernes preelectoral- y observa que ahora no solo hay una moneda más devaluada, sino que el mercado está cubierto por la alta demanda de las últimas semanas.
"Ojo, porque si al Gobierno le va bien, la semana que viene vamos a decir ‘todos tenemos dólares y tenemos que gastar pesos’. Y en ese exceso de cobertura puede ocurrir que el gobierno tal vez no tenga que hacer nada con la banda y el dólar vaya para abajo", afirmó el financista.
También en este sentido hay antecedentes: tanto en la gestión de Caputo como en gobiernos anteriores, hubo momentos en los que se dejó subir al dólar y luego se favoreció una baja brusca, como forma de "castigo a la especulación".
Claro que también hay muchos en la vereda opuesta, que sostienen que la demanda por dólares no tiene límite cuando el mercado pierde la confianza en la capacidad del gobierno para mantener la estabilidad.
A pesar de los anuncios sobre asistencia con dólares frescos y recompra de deuda -algo que debería redundar en una baja de las tasas de interés-, hay indicadores que siguen jugando en contra. Por ejemplo, el saldo comercial de septiembre confirmó que la vocación dolarizadora no es solamente en billetes verdes, sino también en stock de mercaderías por parte de las empresas, con un récord de importaciones por u$s7.200 millones.

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