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Argentina-EE.UU.: La atracción del hegemón declinante

hace 20 horas en clarin.com por Clarin.com - Home

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Argentina-EE.UU.: La atracción  del hegemón declinante

El llamado a la cautela que hiciera Juan Bautista Alberdi en sus Escritos Póstumos, en el Tomo XVI bajo el título “Fragmentos económicos” es más que una advertencia financiera; es un crudo adelanto de la historia económica argentina.

Al afirmar que “tomar capitales a préstamo para reemplazar los capitales destruidos por las crisis, no es remediar la pobreza, sino agravarla”, el pensador del siglo XIX desnudó una patología que se manifiesta con dolorosa claridad en dos momentos clave, separados por casi un siglo: el Pacto Roca-Runciman de 1933 y el tácito Acuerdo Caputo-Bessent de 2025.

Ambos episodios revelan una persistente y subyugante atracción de sectores de la sociedad argentina hacia las potencias hegemónicas en momentos de eclipse, perpetuando un ciclo de endeudamiento que confunde intereses económicos particulares con progreso nacional.

En 1933, el Reino Unido, si bien en un lento proceso de declive imperial, actuaba para blindar su economía frente al colapso global en ciernes. Su interés era eminentemente comercial y extractivo: asegurar el suministro esencial de carne y proteger las inversiones británicas preexistentes, como los ferrocarriles.

El Pacto fue una maniobra defensiva británica diseñada para mantener relaciones comerciales bajo condiciones favorables, reflejando el poder de un imperio que aun podía imponer condiciones. Por su parte, el Acuerdo Caputo-Bessent en 2025 se enmarca en la confrontación geopolítica entre Estados Unidos y China.

La motivación estadounidense tras la compra de pesos a cambio de dólares (único hecho palpable hasta ahora) persigue un objetivo estratégico: frenar el avance de China en la región, particularmente en áreas como la minería y la infraestructura ligadas al despliegue de la Belt & Road Iniciative -también conocida como la reconstrucción de la Ruta de la Seda. En este escenario, la brumosa ayuda financiera se convierte en una herramienta de contención.

A pesar de la obvia mutación de actores e intereses, el núcleo patológico de ambos acuerdos es idéntico: la transformación de un estrepitoso fracaso estratégico de la política económica imperante en mayor deuda externa, presentándola como un acto de “ayuda financiera” para el progreso argentino.

En el Pacto Roca-Runciman, el famoso “empréstito de desbloqueo” de 13 millones de libras esterlinas fue, como señalara Scalabrini Ortiz, una transformación flagrante: el 70% de esa suma se destinó a pagar utilidades y remesas de empresas británicas. Así, las ganancias generadas en Argentina por capitales extranjeros fueron nacionalizadas como deuda pública La misma lógica de apariencia opera en 2025.

El acuerdo para frenar una corrida cambiaria -síntoma más que evidente de una crisis de confianza-, se narra como la llegada de un salvavidas. No obstante, al igual que en 1933, esta acción busca infructuosamente una solución financiera a un problema endémico de índole estructural.

La esencia del Acuerdo (recurrir a un Estado poderoso para estabilizar la economía) destapa una contradicción manifiesta con la filosofía libertaria, pero el oficialismo la relata como una movida estratégica provisoria para estabilizar la crisis, la identifica como una inversión de un socio geopolítico, y un paso necesario para enfrentar una oposición “destituyente”.

El riesgo es que la “riqueza de otro” se destine, una vez más, a estabilizar el statu quo financiero sin impulsar la soberanía productiva, confirmando el miedo de Alberdi: “La deuda representa más la pobreza que la riqueza.” El sendero recorrido desde Roca-Runciman a Caputo-Bessent inos deja una lección histórica implacable: en momentos de máxima fragilidad, Argentina opta por la “atracción del hegemón” para obtener un respiro político y financiero de corto plazo. En 1933, se sacrificó la autonomía comercial; en 2025, se compromete la soberanía geopolítica, al recurriese (hasta hoy día) a un entendimiento sin reglas de juego claras y trasparentes que invita a la sospecha.

La escasa información oficial sobre cómo se implementarán exactamente las medidas de auxilio en tiempo y forma, ha diluido el shock inicial favorable de los anuncios, dando paso a especulaciones de todo tipo que no han hecho sino multiplicar la incertidumbre que impregna la coyuntura.

Pese a la ausencia de documentación fidedigna, queda claro que la búsqueda de una solución a la crisis por parte del Gobierno no pasa por generar y amasar capitales propios, sino por contraerlos prestados, sin un asidero real en el desarrollo productivo.

Este patrón de comportamiento condena a la Nación a quedar atada a los términos y objetivos estratégicos de una potencia aun dominante pero en manifiesto estado de retroceso.

El desafío histórico argentino sigue siendo el mismo: romper la vieja y conocida cadena de empréstitos “salvadores”, y sustituir la irresistible atracción de los atajos financieros por un modelo de desarrollo basado en la riqueza propia. w

Héctor Gambarotta

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