
Planchar el dólar, esa es la cuestión. No quedan dudas de que el Gobierno está dispuesto a sacrificar actividad económica en pos de mantener el dólar (y la inflación) a raya de cara a elección legislativa. A esta altura es imposible pensar que la actividad no se va a resentir con tasas de interés en pesos que, lejos de apaciguarse, escalaron por encima del 70% anual. No hay tal cosa como un almuerzo gratis –axioma libertario si los hay– y, mucho menos, dólar gratis. Sin embargo, la inflación a la baja –y el dólar estable– es tal vez la principal bandera de campaña que tiene el oficialismo, que espera poder mostrar para octubre un índice de precios al consumidor más cerca del 1% que del 2% mensual.
Las tasas volvieron a escalar luego de que, con una batería de normas, el Gobierno potenció este jueves la aspiradora de pesos del mercado. El miércoles, la Secretaria de Finanzas no había podido renovar más que el 61% de los bonos que le vencían, lo que implicaba que se volcarían al mercado casi $6 billones el lunes próximo.
Para evitarlo, estableció este jueves que todos esos pesos irían a partir del lunes a un nuevo bono que los bancos deberán inmovilizar en el Banco Central (BCRA). “Cuando decimos todos los pesos, es todos. No va a quedar ninguno”, aclaró un miembro del equipo económico a este diario. No importa que ya en el sistema financiero los bancos venían advirtiendo que faltaban pesos, lo que estaba recalentando el costo del dinero. En dos años, la Argentina pasó del plan “platita” al plan “sin guita”.
Si hace días reinaba el desconcierto entre los bancos, lo de este jueves provocó un sismo generalizado. Tampoco sirvió para despejar dudas la extensa reunión por zoom que se organizó ayer a la tarde con la línea técnica del Banco Central y varias decenas de gerentes financieros del sistema. “Realmente, la desprolijidad y la precariedad son increíbles, cada volantazo es peor que el anterior”, describía, con evidente malestar, uno de los ejecutivos bancarios.
Ni las aclaraciones que buscó hacer el ministro Luis Caputo por la red social “X” sobre los objetivos de la política monetaria oficial surtieron efecto, sino todo lo contrario. Hasta más de uno comentó con sorna que poco colaboraba para la credibilidad del BCRA que fuera el número uno de Hacienda quien hiciera aclaraciones sobre la política monetaria.
“Lo único que queda claro en lo que dijo el ministro es que todo va a seguir siendo discrecional, que lo que importa es el dólar”, resumió un economista.
La realidad es que el mercado de pesos vive una situación de extrema tensión desde que el Gobierno decidió de un día para el otro desarmar a comienzos de julio las Letras fiscales de liquidez (Lefis), con las cuales el Tesoro administraba la liquidez del mercado. Para un banquero no hay nada peor que la incertidumbre. Y no hay perspectivas de que cambie. El impacto en el corto plazo, advierten, será un freno abrupto de la oferta de crédito. “¿A qué tasa vamos a prestar si no se sabe cuánto vale el dinero en el mercado?”, explicó el dueño de un banco mediano, en estricta reserva. “Hace poco más de un mes, se podían conseguir pesos a uno o dos años, hoy no sabemos si conseguimos a 30 días”, ilustró.
En la industria, que estaban viendo una leve mejora de la actividad en julio, ya se preparan de nuevo para un parate mayor. Las ventas de motos, electrodomésticos y otros bienes durables estaban apalancándose en gran medida en el mayor financiamiento bancario. También en el consumo se estaba viendo una recuperación. Al menos, la firma chilena Cencosud, dueña en la Argentina de Jumbo, Disco y Vea, informó en su balance a la Bolsa que sus ingresos en la Argentina crecieron en el primer semestre del año 36,4% por encima de la inflación.
Pero las estadísticas del BCRA ya reflejan la restricción crediticia: los préstamos personales y con tarjeta tuvieron una caída del 4,1% mensual, según los datos publicados al 8 de agosto pasado, los últimos disponibles. La mora, viene in crescendo sobre todo en el segmento de financiamiento a las familias. “La morosidad está en el orden del 5% y subiendo. Todavía no son tasas inquietantes, pero la dinámica no es buena”, ilustró el responsable de un banco público. Las empresas que cotizan en la Bolsa porteña ya se hacen eco de este escenario adverso para el sector privado: ayer, el principal indicador bursátil, el S&P Merval, se desplomó 4%, mientras que papeles como los de la petrolera YPF, cayeron en la misma magnitud, y los de los bancos llegaron a marcar rojos superiores al 9%.
Cerca del ministro Caputo buscan aplacar el nerviosismo del mercado y aseveran que la escalada de tasas será algo de corto plazo. Pero, entre los industriales, no pocos recuerdan que hace casi un mes lo mismo le había comentado el propio titular del Ministerio de Economía al presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Martín Rappallini, en un encuentro que mantuvieron cara a cara. No siempre es fácil pronosticar el comportamiento del mercado, no importa cuánto se lo conozca (aunque hay quienes le atribuyen al propio presidente, Javier Milei, la estrategia monetaria de los últimos 30 días).
La idea en el Gobierno es que un buen resultado electoral barrerá con todos los errores propios y ajenos que provocaron semejante estrés en el mercado. Por momentos, la elección parece demasiado lejos. Quienes suelen tener un timing fino del mercado advierten además que puede ser un riesgo llegar a la elección con un peso apreciándose y tasas de interés por las nubes.
“El mercado compara la tasa con lo que puede subir el dólar si toca el techo de la banda… Si sigue apreciándose el dólar, la tasa se hace inviable”, explican. También parece algo arriesgado fomentar tasas de interés tan altas cuando el Tesoro todavía debe renovar antes de fin de mes otros $8 billones en bonos. La deuda en pesos podría empezar a ser una carga cada vez más pesada para un Gobierno que hace de la austeridad fiscal su principal ancla.
Todavía, aseveran, el Gobierno está a tiempo de recalcular. Con el mundo hecho un polvorín, a la Argentina se le habían empezado a presentar un sinfín de oportunidades que penden de que el Gobierno logre finalmente dar algo de estabilidad económica de mediano plazo. La decisión del presidente norteamericano Donald Trump de subirle los aranceles a Brasil agresivamente –los llevó para algunos productos al 50%– hizo que varias multinacionales comenzaran a estudiar la posibilidad de producir localmente algunos bienes que tengan como destino el mercado norteamericano. Podría ser una veta de negocios en el corto plazo.
También hay vocación de algunas empresas de seguir creciendo localmente. Es el caso de Brubank, el banco digital que preside el ex Citi Juan Bruchou, que está en un proceso para captar nuevos inversores. Hace seis meses que la entidad está en búsqueda de capital. Nubank, el gigante brasileño, sería uno de los interesados en incorporarse al paquete accionario, según señalan fuentes al tanto de la transación. También el Grupo de Servicios y Transacciones (GST) anunciará en los próximas semanas la compra a Puente del 50% de Mega QM, la gestora de fondos comunes de inversión de la cual ya era accionista.
Y hay muchas operaciones que dependen del Estado que están al salir y suscitan el interés de los inversores privados. Se espera que en las próximas horas finalmente se conozcan los pliegos para la licitación de las generadoras hidroeléctricas de la cuenca del Comahue. Incluyen El Chocón, Arroyito, Piedra del Águila, Alicurá y Cerros Colorados.
También, según confirmó esta semana la secretaria de Energía, María Tettamanti en un encuentro con los representantes de la cámara de energías renovables, finalmente se publicará la semana próxima la reglamentación de la norma que habilita a las distribuidas a la compra de energía por fuera de la estatal Cammesa. Es una Argentina que, en definitiva, no se puede dar el lujo de volver a perder la oportunidad.

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