El 89% de los adolescentes ya usa billeteras virtuales. El efectivo quedó atrás, pero la falta de educación financiera genera nuevos riesgos.
En solo dos años, el uso de la billetera virtual entre adolescentes argentinos pasó del 51% al 89%. Una transformación profunda que dejó atrás el efectivo y puso a los más jóvenes al frente de una revolución silenciosa en la forma de manejar el dinero.
Según un informe reciente de la Universidad Torcuato Di Tella, esta adopción masiva no solo evidencia una fuerte incorporación tecnológica, sino también una reducción de la exclusión financiera. Mientras apenas el 17% de los adolescentes tiene cuenta bancaria, la mayoría ya opera con billeteras virtuales, que se convirtieron en su primer producto financiero formal.
Estas herramientas ofrecen acceso a una economía que antes les era ajena. Dividir una cena con amigos ya no es un problema, las transferencias instantáneas reemplazaron las discusiones por el cambio. Y los códigos QR son escaneados con la misma naturalidad con la que abren Instagram.
Además, pagar con billeteras virtuales permite acceder a importantes descuentos y reintegros en compras cotidianas como supermercados, transporte público, ferias, delivery, fast food y recargas. Estos beneficios pueden alcanzar hasta un 50% en las primeras compras del mes, 40% en mercados populares o incluso reintegros totales en el uso del transporte, con topes semanales o mensuales según el rubro.
Muchas promociones tienen días específicos de la semana y pueden combinarse con ofertas bancarias o del propio comercio, lo que representa una oportunidad concreta de ahorro en el contexto inflacionario actual.
Pero no todo es positivo. El uso del dinero digital tiene efectos colaterales: al no ver ni tocar los billetes, los adolescentes tienden a gastar más impulsivamente. El dinero se vuelve abstracto y la falta de control es un riesgo real.
Entre los peligros más serios se destacan la vulnerabilidad frente a estafas virtuales, como phishing o smishing, la dependencia tecnológica (sin celular, batería o conexión, el acceso al dinero desaparece), y la pérdida de privacidad: cada compra deja un registro digital permanente. Además, apenas el 28% de los adolescentes tiene conocimientos sólidos sobre finanzas, lo que genera una brecha alarmante entre el uso de la herramienta y su comprensión.
Así, mientras los adolescentes redefinen el presente del dinero, queda pendiente un desafío clave: acompañar el avance tecnológico con educación financiera.
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