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Victimismo y expiación

hace 9 horas en clarin.com por Clarin.com - Home

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Victimismo y expiación

Desde que Barrabás fue absuelto y Cristo condenado a la cruz, la víctima goza de buena imágen: su sacrificio expía nuestros pecados, su muerte es nuestra salvación. El victimismo se ha vuelto así una poderosa arma política: el culpable se transforma en perseguido, el malvado en beato. Cristina Kirchner recita la parte, se ve que le gusta, se nota que piensa tener la sartén por el mango.

Que el victimismo funcione o no depende a menudo del contexto cultural. Hace años, un caballero británico decidió matar el tiempo con películas porno. Estaba muy aburrido, se gastó 67 libras. Por descuido, la cifra se sumó a la cuenta que su mujer presentó al Ministerio. Así fue como una intachable ministra de Su Majestad perdió el cargo: dimitió. Si bien modesto, el gasto de dinero público para fines privados resultó imperdonable.

Este caso es extremo, pero casos parecidos hay a montones, ahora por un breve plagio, ahora por un pequeño favoritismo. Cosas menores, nada que ver con los millones y millones del caso Kirchner. De Canadá a Alemania, de Dinamarca a Nueva Zelandia, de Suiza a los Países Bajos, es inevitable pensar en la rigidez puritana, en el despiadado moralismo calvinista.

Aunque excesivos y a veces ridículos, sin embargo, estos episodios nos hablan de la “cultura de la legalidad”. Allí donde prima la “responsabilidad” del ciudadano sobre la “culpabilidad” del pecador, el primer y más severo juez no será un tribunal, sino “la conciencia moral”, por citar un clásico. Y si no basta, el electorado se encargará.

En nuestros países, Italia o Argentina, España o Colombia, las cosas son diferentes. No siempre, sí a menudo. Hace tiempo que Nápoles está invadida por vehículos polacos, matriculados en Varsovia. Para evadir al fisco y eludir el seguro, ya muy caro por los accidentes simulados con testigos a sueldo. Los hinchas del equipo local de visitantes a Bolonia, taparon las chapas de sus coches para no pagar el telepeaje..

¿El principio de legalidad? Invertido: la conveniencia privada prima sobre el interés público, el “pueblo” ingenioso sobre el Estado vejatorio. ¡Cuánto romanticismo complacido sobre nuestro genio para joder al prójimo! ¡Qué orgullo nacional popular marcar goles con la mano!

¿Por qué asombrarse? Nuestro Dios es un Dios bueno y compasivo. “Lo perdona todo”, dicen. Y si Dios perdona, ¿como no va a perdonar la conciencia? ¿Como no va a perdonar el “pueblo”? De ahí que se agolpe, adorador, bajo el balcón de la “víctima”, que la reivindique con furor, que amenace desencadenar la ira de Dios. Entre nosotros, Kant habría pasado por tonto, y la “vergüenza” cede paso a la “sin vergüenza”.

Cristina Kirchner pisa huellas antiguas. Las huellas en las que hundieron sus pies Eva Perón y su marido, en los que se ha revolcado durante siglos el patrimonialismo hispano: el poder es una extensión del patrimonio personal del soberano, el rey lo usa a discreción para recompensar a los fieles y castigar a los infieles, “hacer el bien” del pueblo y combatir sus enemigos.

Dios le juzgará, no los hombres. Joder al “pueblo” en nombre del “pueblo”, convengamos, es brillante, “robar por la Corona” siempre actual. En ese orden de ideas, Cristina no robó, solo ejerció sus derechos.

¿Estereotipos? Un poco sí y un poco no, donde más y donde menos. Tomemos los estadios. Hay países donde la gente sale a comprar pochoclos en medio del partido: increíble, ¿no? Los nuestros son emocionantes, electrizantes. Demasiado, a veces: hay quienes se matan. El blanco favorito, háganle caso, es el árbitro.

Ni hablar de las redes sociales, los comentarios chorrean tribalismo: pocos creen en la universalidad de la ley, nadie en la neutralidad del juez. El árbitro siempre es cornudo y corrupto. ¿Nunca se había visto a un Presidente enriquecerse tanto en el cargo? ¿Nunca tantas pruebas en su contra? ¿Nunca tantos jueces de acuerdo? Da igual: si el partido termina mal, el Juez debe ser un vendido. La fe le gana a la evidencia, Cristina es una víctima, su pueblo la absuelve.

Sobre ese fondo, su condena pone a prueba la “cultura de la ilegalidad” que Argentina comparte con muchos países de las mismas raíces. Da tristeza ver a los intelectuales kirchneristas gritar al golpismo, denunciar el eterno complot de la eterna sinarquía. ¡Mucha obsesión, poca reflexión!

¿Cómo pueden ver progresismo en el retrógrado patrimonialismo de la cultura peronista? Presos del mito, apuestan a un nuevo 17 de octubre, versión siglo XXI. ¿Lo tendrán? ¿El victimismo sigue siendo rentable? Veremos. Capaz que algo esté cambiando.

Mérito de Milei, patean sus devotos. Culpa de Milei, los rebotan los haters. Mejor aplaquen los ardores. Un Presidente que ama definir “criminal” al Estado del que debe hacer respetar las leyes, no me lo veo al mando de la lucha por la legalidad. Un Jefe de Estado que abusa de blanqueos y corteja a los evasores fiscales no suena a modelo de ética pública.

La otra cara del victimismo, ojo, es el “expiacionismo”, tan popular en nuestros países. ¿De que se trata? Muy simple: el castigo de uno, absuelve a los demás. El Juicio a las Juntas limpió conciencias que limpias no estaban. Ojalá que el Juicio a Cristina no ilusione a nadie sobre el fin de la deshonestidad.

Loris Zanatta

Historiador italiano, profesor de la Universidad de Bolonia. Especial para Clarín.

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