
Quiero focalizarme en oportunidades, el vaso lleno como se dice. Hace tiempo en las actividades agrícolas y ganaderas, por englobarlas en solamente dos grandes grupos, han comenzado muchos cambios, en todos los niveles, y hasta desde lo semántico.
Se puede decir que el primero que comenzó a promover en la Argentina las actividades productivas de una manera planificada y programada, hablando de hasta “rotar los cultivos” y “cuidar los recursos” fue Manuel Belgrano, que en 1813, siendo el primer secretario de Comercio Interior como tal, hablaba de estas cosas. Es por ello que podríamos decir que, si queremos calendarizar, que desde 1813 ya se hablaba de agricultura.
Desde ese momento la agricultura y la industria tenían caminos separados y diría hasta la aparición de la siembra directa – como hito disparador de un cambio profundo en la forma de producir - en la Argentina, allá por 1990, donde ya comenzaba a sonar la biotecnología como ciencia de cambio y aportes fundamentales en distintas industrias comienza la etapa de la unión de caminos. Con el correr de los años ya se comenzó a hablar de una denominación que resultaba difícil de separar de las producciones primarias, simplemente agroindustria.
A partir de 2015 (algunos dicen 2018/2019) las cosas fueron tomando más velocidad, más cambios; muchos: mucha innovación, servicios de agricultura de precisión, aparición de empresas agtech, la gestión de los agrobionegocios con la utilización de tecnología cada vez amigable para el productor y las empresas, la aparición y fabricación de productos cada vez más bios y amigables con el cuidado del ambiente – que crecen y crecerán complementando los llamados productos tradicionales y dando mayores soluciones a las producciones de cultivos para obtener más y mayores rindes, entre otros beneficios -, el afianzamiento de la bioeconomía como parte de la solución a muchas alternativas, el cuidado de la biodiversidad, los modelos sustentables de producción, la sustentabilidad y sostenibilidad, la seguridad agroalimentaria, la trazabilidad de los alimentos, el crecimiento de la agricultura y ganadería regenerativa, diferentes formas de control de plagas a través de utilización de, por ejemplo, abejas, control de los gases invernaderos, la medición de la huella de carbono, la huella de agua.
Ni qué hablar de las energías renovables, los biocombustibles y en estos años la aparición de cultivos (camelina, carinata) para producir biocombustibles de segunda generación superrequeridos en un futuro cercano por la Unión Europea para mencionar un caso; entre otras cosas.
Hoy nadie puede negar que el futuro de los agrobionegocios está ligado a la sustentabilidad, y no hay sustentabilidad sin innovación. Desde el año 2018/2019 todo esto ha tenido un crecimiento y aceleración muy importante, de allí que ya se habla de agrobioindustria y en eso estamos hoy. La Argentina no puede, ni debe estar ajena a esto, ya que parte de su futuro, crecimiento y desarrollo dependen y dependerán de todas las evoluciones de este gran motor de la economía de cada pueblo, localidad, provincia y por supuesto la Nación. Todo tiene que ver con todo y lo estamos viviendo.
Se necesita no dejar de invertir en investigación y desarrollo, en conocimiento, en innovación. Hoy, en este tiempo en cada evento, congreso de los distintos segmentos de la agrobioindustria se habla de todo esto, todo va para el camino de lo “bio”.
Ejemplos sobran: ya el Gobierno habilitó una nueva fuente de demanda de biodiésel al autorizar la posibilidad de usar el biocombustible en embarcaciones fluviales y marítimas, se habló de bios en el último congreso de CDA – Congreso de Distribuidores de Agroquímicos -, en el congreso de Maizar, en el simposio de Fertilizar, antes en la jornada de Jonagro de CRA, en un evento en el parque de la innovación (PI) en CABA que reunió a más de 500 inscriptos (200 empresas y startup) y se habló del presente y futuro de las Agtech hace unos días en el congreso organizado por Casafe sobre bioestimulantes.

En 2024 hubo un aumento de casi 11% de estos productos. Por ejemplo, los bioinsecticidas duplicaron su facturación, además que el tratamiento de semillas representa en la actualidad ya un 52% del mercado general de bioinsumos. También crecieron los biofunguicidas, que se afianzaron y donde todavía hay muchísimo para crecer por su enorme potencial es en los bioherbicidas, donde muchas empresas están trabajando fuertemente en su fortalecimiento y expansión.
Nuestro país no va a estar ajeno a la proyección de que para el año 2045-2050 el mercado mundial de fitosanitarios debería estar “mejor repartido o por lo menos en forma más equilibrada”, entre productos con formulaciones y soluciones químicas y las biológicas. Hay provincias que están trabajando mucho estos temas tomando el concepto de agrobioindustria como base de sustentación. Córdoba lo hace con acciones, también Santa Fe; la zona “centro” lo impulsa.
En algunas universidades, como por ejemplo la UCA, ya se habla de agrobioindustria y se realizan planes, programas, propuestas y ofertas académicas acordes, ahora y en el futuro cercano. El camino es por ahí, ya nadie lo puede negar, y está bueno.
El autor fue ministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019); es director general de ConfiAGRO, director del departamento de Agrobioindustria de la UCA y vocal titular del Centro Argentino de Ingenieros Agrónomos (Cadia)
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