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Rosario, la esencia; Messi, grupo sanguíneo y más

hace 10 horas en clarin.com por Clarin.com - Home

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Rosario, la esencia; Messi, grupo sanguíneo y más

Nací en 1969 en Rosario y viví allí hasta el 2003. La mitad de mi vida transcurrió en Rosario, provincia de Santa Fe. Una peculiaridad de los rosarinos es que nunca nos presentamos como santafesinos.

Nos creemos una especie de país diferente dentro de la provincia: somos el San Marino, el Mónaco, de Santa Fe. Algunos dicen que hay razones fundadas.

Nos hizo famosos en las últimas décadas del siglo XX la trova rosarina, Fito Páez y el Negro Fontanarrosa. La excelencia de Angélica Gorodischer para imaginar y escribir historias de otros mundos.

El Cairo. El emblemático bar y los orgullos locales: El Che, Fontanarrosa y Messi.

Lionel Messi, por supuesto: hoy día, adonde viajo, puedo decir que soy rosarina antes que argentina, y todos saben de qué sitio estoy hablando. Messi que dijo: “Uno se va de Rosario pero Rosario no se va de vos”. Ahora nos pesa la triste fama del narcotráfico.

Para mí es importante por la infancia y la juventud, por los primeros pasos en las letras y los dos diarios donde debuté: La Capital y Rosario/12.

Todavía viven allí mi hermana y mi padre, y eso justifica que viaje cuanto puedo. Por eso, cuando alguien en Buenos Aires me habla de la porteñidad como un absoluto, no me queda más remedio que pararlo y declarar: “Yo soy rosarina”, como si fuera mi grupo sanguíneo.

El Monumento Histórico Nacional a la Bandera, ícono de Rosario.

Y eso que cambié mi domicilio y mis papeles tributarios a los tres meses de haber pisado Buenos Aires y con eso pasé a ser, formalmente, porteña.

Por qué lo hice es harina de otro costal: para asociarme a una biblioteca, para asociarme a Argentores, y para votar.

Buenos Aires me recibió con los brazos abiertos: a los cinco meses de llegar nació mi hija; y a los ocho, recibí el premio Clarín de Novela.

No hacía un año que residía acá, cuando estrené una de mis primeras obras en el Teatro Nacional Cervantes.

Supongo que comparto con muchos provincianos el orgullo de sus orígenes y que a veces no soportan esa cualidad supermundana del porteño, que está de vuelta de todo y que se mide con Nueva York o con Barcelona o con París, pero nunca hacia adentro.

El porteño por excelencia nunca trata de demostrarle a un extranjero que Salta es mejor, más linda que Buenos Aires. El salteño, claro, lo sabe y a lo sumo dirá: “Buenos Aires es invivible”.

Sin embargo, ¿cuándo deja uno de pertenecer a su ciudad natal? ¿Dejaré de ser rosarina un día?

Cuando haya vivido -si Dios quiere- la mitad de mi vida acá, ¿seré rosarina todavía? Cuándo mi papá ya no esté en este mundo y tal vez yo no tenga motivos para frecuentar la ciudad, ¿seguiré siendo rosarina?

Un hecho es imborrable: es la ciudad de mis orígenes, pero ¿continuará siendo la ciudad de mi ser, la esencia?

Patricia Suárez

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