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No fue una decisión abrupta, si tomó por sorpresa al resto de la cúpula de la CGT que descontaba que se produciría de un momento a otro. La tensión era insoslayable y el equilibrio interno atado con alambre desde hace meses. Pablo Moyano venía masticando desde hace tiempo la posibilidad de dar un portazo y dejar su cargo en el triunvirato de conducción cegetista. Solo la incertidumbre sobre su propio destino sindical en medio de fuerte disputa interna en el sindicato de Camioneros y el quiebre del vínculo con su padre Hugo Moyano, crisis familiar mediante, dilataron la decisión. "Si se va de la CGT no tiene destino", repetían sus pares de la primera línea cegetista, acostumbrados a las repetidas amenazas de ruptura del número dos de Camioneros.
Tanto amague iba a decantar en una definición. Estuvo cerca un mes atrás cuando su aliado de Smata Mario Manrique renunció a su cargo en el consejo directivo molesto con la postura dialoguista que la mayoría de la CGT impregnaba a su vínculo con la gestión de Javier Milei. Este viernes ya no había vuelta atrás: en una efímera nota de tres líneas, Pablo Moyano comunicó su dimisión de la cúpula de la central por las diferencias con el resto de la mesa chica cegetista. Ya había tomado la decisión la noche del martes después de que la mayoría moderada de la conducción de la entidad, con el aval del propio Hugo Moyano, rechazó su presión por avanzar con el llamado a un tercer paro general contra el gobierno libertario antes de fin de año.
La jornada del martes fue difícil para el primogénito del clan Moyano. Por algunos de sus allegados se anotició de las conversaciones que su padre había mantenido por la mañana con Gerardo Martínez (Uocra) y Héctor Daer (Sanidad), dos de los miembros de los sectores dominantes de la conducción sindical, para negar el respaldo de Camioneros a la alternativa de una nueva medida de fuerza y validar la instancia dialoguista con la Casa Rosada, tal como informó Clarin. Previsible, Pablo no acudió por la tarde a la reunión de mesa chica en UPCN y dejó en soledad a Juan Carlos Schmid argumentando en favor de la propuesta de paro que promovía un sector cada vez más reducido de los gremios del transporte. El desplante interno y familiar lo golpeó: se recluyó en la intimidad y desde el miércoles dejó de ir a su despacho en el sindicato.
La oficialización de su renuncia generó ruido en la cúpula sindical, pese a que buena parte de la dirigencia admitió que era una decisión esperada. El empeño se concentró allí en rechazar cualquier posibilidad de un quiebre de la central y en asegurar la continuidad de Camioneros en las conducción, con un nuevo representante, presumiblemente Omar "Manguera" Perez. Hasta repetían el mensaje que Moyano padre había transmitido a algunos gremialistas apenas se consumó el portazo de Pablo: "El que conduce soy yo, Camioneros no se va de la CGT".
La línea discursiva definida por los sectores dominantes de la cúpula cegetista, el entramado donde confluyen los "gordos" (grandes gremios de servicios), los "independientes" (Uocra, UPCN y Obras Sanitarias) y el barrionuevismo, se enfocó en atribuir el alejamiento de Pablo de la central a un efecto directo de las disputas puertas adentro del clan Moyano. "Hay un combo familiar explosivo que iba a estallar, no es una crisis de la CGT", aseguró uno de los principales jefes de la central, mientras que otro dirigente profundizó en la misma sintonía: "Pablo quedó descolocado por la decisión de Hugo. Con esa desautorización su continuidad era insostenible".
Aunque más allá del quiebre interno en Camioneros, la renuncia también amplificó la grieta abierta en la propia CGT entre los grupos que alimentan la estrategia de diálogo con la Casa Rosada y el ala dura -que hasta ahora tenía a Pablo Moyano como principal abanderado- que promueve una estrategia de confrontación abierta con la administración libertaria. La salida del camionero ofrece mayor libertad de acción a los moderados para la apuesta de concertación tripartita que empezaron a dar forma en charlas reservadas con el asesor presidencial Santiago Caputo, su interlocutor predilecto en el entorno de Milei. Para afianzar ese objetivo Martínez mantuvo esta semana un encuentro con el secretario de Trabajo, Julio Cordero, y el titular de la UIA, Daniel Funes de Rioja.
Sin embargo, la crisis abierta en la central también potenciará la opción del frente combativo para abroquelarse por fuera y sumar la adhesión de sectores hoy distantes pero enrolados en el mismo propósito de confrontar con Milei.
Con esa meta de fondo buscó articular Pablo Moyano en los últimos meses con los espacios sindicales más críticos enrolados en las dos CTA y los movimientos sociales. Su apuesta es aunar allí también la voluntad de los sectores gremiales que responden al kirchnerismo y fortalecer el entramado de los sindicatos del transporte más combativos, aunque la tregua sellada por el Gobierno con los gremios aeronáuticos más duros condiciona su capacidad de acción.
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